La violencia de género es el mayor crimen de la humanidad contra la desigualdad social, no sólo por el hecho de la agonía que sufren las víctimas a manos de sus parejas, sino porque los seres humanos pueden llegar a ser testigos de estos acontecimientos, que prefieren ignorarlos a complicarse la vida interviniendo.
El egoísmo humano tiende a buscar el bien para sí mismo, provocando amnesia en lo que se refiere a luchar y proteger lo que es justo. Somos testigos de esta corrupción de los derechos humanos y de la vida, ya sea de forma ajena como tema controversial o de manera externa a situaciones vividas por conocidos, amigos, e incluso familiares.
¿Cambiaría la situación si todos llegáramos a enfrentar la situación como algo verdaderamente primordial? ¿Tanto costaría el simple hecho de apoyar la causa o involucrarnos cuando somos conscientes de que la violencia de género está teniendo lugar delante de nuestros ojos?
Está claro que para reclamar al pueblo su papel como ciudadanos, previamente hay que conducirles a una buena forma de actuar como tales. Es decir, como para la mayoría de los problemas de la sociedad, la solución reside en la educación. No se puede pretender cambiar la forma de pensar de tan dispares valores socioculturales a tan avanzada edad, aunque se consiga que unos pocos se quiten la venda de los ojos con nombre de egoísmo. Pero, si se puede enseñar a las generaciones más jóvenes desde un principio, desde el momento que tienen la capacidad de aprender la diferencia entre bien y mal, entonces, es ahí cuando se ha de intervenir para enseñarles a defender lo justo, la solidaridad, la empatía… al mismo tiempo que la existencia de la desigualdad de sexos, y el crimen en relación, la violencia de género.
``Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres´´ Pitágoras.
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